miércoles, 23 de marzo de 2011

ESTÁ POR LLOVER…


Era insignificante.
De tan insignificante resultaba exquisita.
Simple, soberbia en simplicidad. Neta, desgranada, verdaderamente minimalista.
Ínfimamente notada, su esencia era de cristal. La ausencia de adornos imponía su presencia gigante y atemporal.
Desconociendo el alarde, lucía una piel limpia y aterciopelada, suavemente bronceada solo para no desentonar.
Sin duda era única. Su biografía pocas veces subrayada denotaba su misión inquebrantable. Y su aura andrógina poseía esa libertad secretamente deseada por muchos.
Las tormentas eran su fuerte. Solo a través de ellas exhibía su poder. Pero nadie lo sabía.
La naturaleza, el karma colectivo, el maltrato generalizado eran las excusas más usadas en ese tiempo que le resultaba tan absurdamente patético.
El día que la vi fue el que morí. Morí ahogado de esta vida pequeña y parlanchina.
No recuerdo los entornos, pero si las profundidades. Oscuras y atronadoras. Irresistibles. (¿Cómo explicar la felicidad que anidaba en ese caos?)
Si algo me mantiene con fe es la posibilidad ínfima, insignificante y etérea de volver a verla.
De rozar, por un segundo eterno, el bocado exquisito de la luz oscura de su piel. De deleitar mis sentidos en sus transparencias que, como gotas cristalinas, aclaran todo.
Está por llover. Qué alegría.
Cla9
23.3.11
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